miércoles, 11 de mayo de 2016

Nuevo relato

Hola a todos, aquí me tenéis de nuevo con un relato corto. Espero lo disfrutéis y no dudéis en darme vuestra opinión al respecto.
Espero poder pasar más a menudo y tener novedades.

Soledad Traicionera:

Es tarde, rondarán las once y media de una noche tormentosa, Alisa se encuentra en su cuarto, acompañada de sus mascotas, las ventanas y puerta cerradas y la persiana de la ventana grande bajada, la tele puesta con un nivel de voz moderado pero insuficiente, permitiéndole escuchar el golpear de la lluvia contra el cristal de la pequeña ventana, sin ocultar los ruidos de fondo de la pared de enfrente, sin conseguir disimular el ruido silbante y desafiante que hace el viento al colarse por los bordes, sin mitigar el ruido de pisadas que escucha en el exterior del cuarto.
Alisa siempre ha temido a la soledad, porque en ella, se siente insegura, pequeña y sin motivación. Conoce muy bien las cosas horrendas que la hace imaginar y una vez más, se ve encerada en un bucle sin final aparente.
Su mente, racional, sabe y comprende, que cada sonido tiene una explicación, que las pisadas de afuera no son reales, sino fruto de su temor, pero en esos momentos, en que está sola, todo parece importar poco y un simple detonante, como es el hecho de que la puerta se abra sola, puede significar el comienzo de un infierno.

Al ver ese fenómeno, intenta centrarse en las causas, está muy claro lo que ha pasado, la puerta no estaba bien cerrada y una corriente de viento, proveniente de cualquier ventana de la casa, la ha abierto. Es muy posible, muy natural. Se destapa y se levanta, ambos perros la miran, se acerca para cerrarla y aún con esa explicación en mente, su miedo acompañado del subconsciente, hacen mella, empezando a percibir otras cosas, mandando preguntas e ideas desconcertantes. ¿No hace más frío que antes? ¿No había comprobado la puerta antes de acostarse?
Los ruidos de fuera han desaparecido, y no puede percibirlos, con rapidez, termina su cometido y se gira para caminar de nuevo hasta la cama. Todo está bien, nada ha cambiado, se auto convence, sin embargo, una vez dentro y tapada hasta arriba, se fija en todo de nuevo. ¿Se ha movido esa sombra? ¿Es más grande ahora?
Un escalofrío le recorre la nuca haciendo que se estremezca y mire detrás. No hay nada, no hay nadie. Mira fijamente a los cachorros, convencida, de que, si de verdad hubiese algo más en el cuarto, ellos lo notarían también, la avisarían. En un segundo insoportable, su mente le hace recordar que son los gatos quienes se supone perciben esas cosas.
Niega y coge el mando de la tele, le sube la voz, como si el simple hecho de hacer más ruido pudiera mitigar la sensación de estar siendo observada.
Se tumba y centra los ojos en la pantalla, no hay nada más en el cuarto, solo la tele encendida y los perritos durmiendo. Está segura de ello, recriminándose lo imposible e irracional que es el resto de suposiciones.
De repente, la perrita alza las orejas y levanta la cabeza, mira atenta a todas partes, el perro la imita, con sus orejas puntiagudas en alza y atento a todo, los mira a ambos y comienzan a ladrar. Les incita a que se callen, no quiere que los vecinos protesten, es muy tarde para esos ruidos, ahora serán cerca de la una de la mañana. Ante su insistencia, Alisa coge el mando olvidado de la tele y baja el volumen decidida a ver qué los está alterando tanto.
No oye ni percibe nada, pero ambos continúan e incluso se suben a la cama para colocarse a su lado y ladrar con mayor insistencia. Les pregunta qué les pasa, los intenta calmar acariciándolos, pero nada funciona. Asustada, pero haciéndose la valiente, convenciéndose de que nada sucede, se levanta, coloca sus zapatillas y camina hasta la puerta, decidiendo si abrir o no. Sintiéndose idiota, la abre y sale, no sin antes encender la luz de la habitación de al lado y pidiéndoles a los enanos que la acompañen. Va a mostrarles que no hay nada. Mostrarles a ellos, porque ella no necesita cerciorarse de nada, se repite una y otra vez.
Camina por la casa con los perritos a su lado, encendiendo todas las luces a su paso. Diciéndoles una y otra vez, ¿Veis?, aquí no hay nada ni nadie. Una vez comprobado hasta el último rincón, y cerradas todas las ventanas que había en la casa, comienza el regreso al cuarto, que consiste en ir, por el largo pasillo, mientras va apagando luces.
La primera luz, la de la entrada, es sencilla, gracias a la luz del pasillo se ve aún. Se internan en él, y le toca a la cocina, ahí no se conforma solo con apagar la luz, no, en ese preciso instante decide cerrar también esa puerta. Sigue adelante y repite la operación con el baño, nada más cerrar la puerta oye un ruido que proviene de atrás, se gira a ver qué están haciendo sus dos granujas y se topa con que no están ahí, detrás, solo está el pasillo recorrido y la oscuridad de la entrada, que, pese a haber pensado instantes atrás que no era gran cosa, se convierte en su principal fuente de miedo. Se gira y continua su travesía, esta vez acelerando el paso y sin poder evitar pensar que alguien o algo la sigue y que tonta de ella, ya solo existe una puerta abierta en toda la casa por la que podría entrar, la misma a la que ellos se dirigen, la del cuarto.
Apaga corriendo el resto de luces que le quedan y casi a la carrera llega a su habitación, sus mascotas entran primero, les sigue Alisa dándose la vuelta y cerrando la puerta con fuerza.
Sin apartar la mirada de la entrada, con la respiración acelerada, diciéndose que ahí detrás, no hay nadie. Que no la seguían. Se acopla con sus granujas en la cama, sentándose cómo puede, pero eso sí, lejos de la puerta y sin perderla de vista.
Está tan asustada, que ha olvidado que antes creía que no estaba sola allí dentro. Los perritos comienzan a ladrar de nuevo y junto a ellos se acurruca contra el cabecero de la cama, cerrando los ojos con fuerza, como si eso la fuese a ayudar, a salvarla. Tan centrada está en lo que odia estar sola, que cuando siente un pequeño roce en el hombro, pega un grito, salta fuera de la cama y se echa a llorar.
Ahí, en ese momento, se percata de que los cachorros no están ladrando, sino que mueven sus rabitos felices.
Mira al otro lado de la cama y ve que no están solos, su pareja acaba de llegar y la mira de forma interrogante, cuestionando su actitud, intentando comprender, sin embargo, ¿Cómo le explica su tonto comportamiento?, para Alisa hace unos instantes ese cuarto era un infierno, uno en el que no estaba sola, sino que alguien la acompañaba. Mira de reojo a todas las esquinas, cerciorándose de que solo están ellos cuatro. Él llama su atención y le pregunta por qué estaban todas las puertas cerradas y el cepillo de barrer tirado en el suelo de la cocina.
No puede responderle a eso, en silencio se dice que es una tonta, que ese era el ruido anterior, al cerrar la puerta de la cocina el cepillo había perdido su sujeción y había caído, y sonríe, diciéndole que era por el viento, para que no rompiese los cristales de las puertas al abrirse y cerrarse.
Él sabe que le está mintiendo, no es buena en eso, así que ninguno dice nada más al respecto, ella, avergonzada por haber estado tan asustada, ser tan ingenua y temer tanto a la soledad y él, por respeto.
En silencio, se engaña al decirse que eso no volverá a pasar, porque es mentira, porque a la noche siguiente será exactamente igual o parecida, porque intenta llegar lo más tarde posible a su casa, para no vivir esos momentos, en que su miedo a la soledad la hace ver alucinaciones y presentir cosas que ni si quieran existen, la hacen verse pequeña e insignificante, insegura y perdida.


Esto es todo, ya me diréis qué os pareció, un saludo buybuy.

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